Punta Cana, 16 de abril de 2025 — Una maleta con doble fondo, dos paquetes envueltos en papel de aluminio y un pasajero “desaparecido” que supuestamente viajaría a Inglaterra. Esa fue la escena registrada esta semana en el Aeropuerto Internacional de Punta Cana, donde agentes de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) y el CESAC incautaron 6.5 kilos de lo que se presume es cocaína.
Según la DNCD, el equipaje fue abandonado justo antes de subir al avión. Nadie lo reclamó. Nadie lo vio. Pero ya tienen al “responsable” identificado y lo buscan “activamente”. La historia de siempre.
¿Hasta cuándo se seguirá repitiendo esta película?
¿Cuántas maletas con droga cruzan el escáner sin que nadie diga nada, hasta que una cae “por casualidad”?
El aeropuerto más transitado del país vuelve a estar en la mira, y no precisamente por turismo. Con cada decomiso crece la sospecha de que las redes narco siguen operando con apoyo —o al menos con la vista gorda— dentro del sistema aeroportuario. ¿Cómo se abandona una maleta con cocaína a metros de un escáner, sin que nadie lo note hasta último momento?
Mientras la DNCD se anota otra “victoria” y el Ministerio Público emite notas de prensa, el tráfico internacional de drogas sigue usando nuestras terminales como peaje, multiplicando las operaciones en puertos, aeropuertos y pasos fronterizos.
¿Dónde está la verdadera red?
Detrás de cada “mula” o pasajero fantasma, hay estructuras que mueven millones. Pero seguimos atrapados en el ciclo de la captura menor, del paquete pequeño, de la victoria simbólica.
Una maleta menos.
Pero el vuelo del narco sigue despejando a horario.
