A fines del siglo XIX, Canadá estuvo a punto de ser anexado por Estados Unidos, pero fue España quien jugó un papel clave al impedirlo. Hoy, con Donald Trump de vuelta en la Casa Blanca, muchos canadienses se preguntan si la amenaza se repetirá.
Tras ganar las elecciones presidenciales en noviembre de 2024, Trump dejó claro que, al asumir el cargo, impondría un arancel del 25% a Canadá. Con una economía canadiense que depende en gran medida de las exportaciones hacia EE. UU., este gravamen sería devastador. En respuesta, el primer ministro Justin Trudeau viajó a Mar-a-Lago, Florida, para una cena con el entonces presidente electo, con la esperanza de evitar la crisis.
Durante esa cena, Trump fue directo y le dijo a Trudeau que, para evitar los aranceles, Canadá debería convertirse en el 51º estado de Estados Unidos. Este comentario, lejos de ser una broma, ha sido repetido por Trump en varias ocasiones, incluso sugiriendo que Canadá debería ser considerado un país fallido, incapaz de defenderse frente a amenazas de Rusia o China.

Aunque la idea de que EE. UU. se anexe a Canadá tiene raíces históricas, no se había discutido abiertamente durante más de un siglo. Durante el siglo XIX, Estados Unidos ya había mostrado interés en tomar control de las colonias británicas en Norteamérica, lo que hoy es Canadá. Esta presión llevó a la creación de la Confederación canadiense en 1867.