Por Heidy Galicia
Han pasado casi dos meses desde que la noche se convirtió en luto. El 8 de abril, República Dominicana fue sacudida por una de las peores tragedias urbanas de su historia reciente: el colapso del techo en la icónica Discoteca Jet Set, en plena celebración musical encabezada por el merenguero Rubby Pérez. Más de 200 personas perdieron la vida. Aún hoy, el país no logra reponerse del golpe.
Con rabia e impotencia, los ciudadanos continúan exigiendo respuestas. Mientras el caso se ventila en los tribunales, el verdadero reto ahora es lograr que se haga justicia. Las familias de las víctimas claman por una sanción ejemplar, no solo como consuelo para su dolor, sino como advertencia a quienes lucran con el descuido y la negligencia.
“Nos arrebataron a nuestros seres queridos en una noche que debía ser de alegría. Lo mínimo que merecemos es saber la verdad”, expresó entre lágrimas una madre que perdió a su hijo de 23 años en la tragedia.
Sin embargo, la percepción pública se ha teñido de sospechas. Algunos sectores denuncian un hermetismo que amenaza con diluir la memoria colectiva de los fallecidos, muchos de los cuales dejaron huérfanos a sus hijos pequeños, niños que aún esperan, en vano, la vuelta de sus padres.
A esto se suma la creciente inquietud por la aparente impunidad en torno al propietario del establecimiento. “¿Por qué nadie lo ha responsabilizado directamente? ¿A quién protege este silencio?”, cuestionó un abogado que representa a varias familias afectadas. Para muchos, la falta de consecuencias concretas refleja la sombra de sectores de poder que buscan encubrir a los responsables.
El país exige justicia, pero también dignidad. Que el 8 de abril no sea solo un día de duelo nacional, sino el inicio de una transformación real en la forma en que se regulan, supervisan y castigan las faltas que amenazan la vida de los ciudadanos.
Heidy Galicia
Periodista de investigación